Aunque los algoritmos existen por lo menos desde los tiempos de los babilonios, con la llegada de los ordenadores tomaron mucho más protagonismo. La unión de los ordenadores y algoritmos es lo que está cambiando el mundo. El matemático británico Alan Turing, famoso por haber reventado la máquina Enigma de mensajes cifrados de los nazis fue uno de los precursores de los algoritmos actuales.
El Algoritmo es una de esas palabras que han alcanzado una dimensión casi mística en el entorno tecnológico y de la economía en general. No en vano, las grandes plataformas tecnológicas que dominan el mundo digital han basado su éxito en, precisamente, la conceptualización, el desarrollo y la evolución de uno o varios algoritmos. Desde Google, Amazon por Facebook o Netflix, los algoritmos son el santo grial del mundo digital.
Para la Real Academia Española, algoritmo es un «conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema». Quizás sea esta una definición un tanto limitada, ya que, si bien los algoritmos actuales solucionan problemas a través del cálculo y el tratamiento de ingentes cantidades de datos, también es cierto que en muchos casos no solo resuelven problemas, sino que, sobre todo, aportan soluciones absolutamente nuevas que suponen un antes y un después en la industria; Google es posiblemente el paradigma de ello.
El misticismo de la propia palabra hace que para muchos pierda hasta su significado y se convierta en una obligación para cualquier empresa emergente o nuevo negocio que se precie, independientemente de si realmente el algoritmo ha sido el embrión de la propia compañía o la base del despegue de esta. Se habla de «nuestro algoritmo» cual fórmula secreta de Coca-Cola que lo hace único en la red.
¿Pero al final qué es un algoritmo? Simplemente una serie de instrucciones sencillas o complejas que se llevan a cabo para solventar un problema. La regla de multiplicar que aprendimos en el colegio y que permite sacar el producto de dos números de varias cifras, con papel y lápiz, es un sencillo algoritmo. Pero no son tan simples de los que estamos ahora haciendo referencia, sino que lo podríamos describir como al conjunto de reglas que, aplicada sistemáticamente a unos datos de entrada apropiados, resuelven un problema en un numero finito de pasos elementales, siendo importante notar que el algoritmo tiene que ser finito y que ejecuta las instrucciones de manera sistemática, es decir, que es ciego ante lo que está haciendo, y que los pasos con los que opera son elementales.
En definitiva, un programa de ordenador es un algoritmo escrito en un lenguaje de programación que acaba convertido en miles de sencillas operaciones que al final dan un resultado.
Pero donde los algoritmos están tomando un protagonismo altísimo, es en el aprendizaje automático como campo de la inteligencia artificial (IA) donde sistemas informáticos realizan análisis de datos y, a partir de estos, toman decisiones similares a las de los seres humanos. La inteligencia artificial utiliza la analítica avanzada y técnicas basadas en la lógica, incluido el machine learning (aprendizaje automático), para interpretar eventos, apoyar y automatizar decisiones y emprender acciones. La idea esencial radica en que las herramientas y los sistemas de IA llevan a cabo actividades valiosas y generan un importante valor empresarial para las compañías. También ayudan a realizar tareas de forma óptima, rápida y sencilla, y crean productos y servicios totalmente nuevos mediante la innovación. La aplicación y la innovación de la IA tendrán un impacto en el futuro difícil de predecir y que, por lo tanto, obliga a los gerentes a reinventar sus operaciones.
Los algoritmos se usan para predecir resultados electorales, conocer nuestros gustos y el mundo del trabajo se va algoritmizando: las diferentes tareas se convierten en algoritmos y se automatiza el trabajo. Las únicas tareas no algoritmizables, por el momento, son las relacionadas con la creatividad y las emociones humanas, esa es nuestra ventaja.